Un día como cualquier otro

Una lima.

La primera de las pesadas puertas de hierro.

Algún día seré libre.

Jorge Luis Borges

Música. Tragos. Televisión. Mucha gente. Un sofá. Una taza de café para cada uno. Juegos de mesa. Apretados o tirados en el sofá. Unos hablan, otros gritan. Los más, duermen. Podes hablar toda la noche. Unos atrás y otros adelante. Pero, ¿los dos del mismo lado? El alcohol va subiendo y la cafeína también. La hora, no importa. Unos ríen, otros se quejan y otros, las dos cosas. Piensan en algún chanchullo o piensan en… a algunos les sirve. A muy pocos. Otro café. Y los juegos no terminan. Hacer trampa es lo divertido, para ambos. Siempre de a dos. Otro vaso de cerveza. Y los juegos no terminan. Entre ellos se entienden. Yo, parado, pienso que no. Me separo un rato y los veo. Quisiera poder ver el sofá. Quisiera saber de qué se ríen. Ya no lo entiendo, o nunca lo entendí. Quizá hable otro idioma. Quizás no. Me aturdo. Alguien me habla y dejo de pensar. Me rio. Los dejo. Y, otra vez, la sensación de no llegar a ningún lado.

Crepito

 
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