Vos no sabes lo que es estar preso

Somos lo que somos y lo que los demás creen de nosotros.
Pero ante todo somos nosotros,
más allá de las creencias que los demás crearan de nosotros mismos.
Jorgelina Silva.
Hay tantos mundos diferentes dentro de un grupo reducido de personas. Solo en cinco puede haber miles. Mientras más conozca, mas mundos hay. Mientras más crea que existen puede que no haya ninguno simple. Muchas personas reclaman en un ratito. Una frase puede romper con todas tus creencias. Muchos ojos lloran para adentro. Algunos se ven rojos, a veces, y otros tristes. Reclaman algo. ¿Algo como qué? Siempre algo nuevo. Siempre lo mismo. Siempre esperando. Reclaman tiempo. Para ellos eterno. Para nosotros finito. Reclaman risas. Piden estar afuera. Apuestan a no ser invisibles. Para algunos ya lo son. Apuestan a que los encuentren. Quieren que los vean. Quieren que los escuchen. Quieren que los entiendan. Aprendamos a mirar desde adentro. Aprendamos a mirar con detalle. Aprendamos a leer su lenguaje. Aunque es muy difícil…
Me miró a los ojos…
Vos no sabes lo que es estar preso, me dijo. Y ya no pude decirle más nada.


Crepito.

Van a creer

Era una almohada a la que tanto consultaban, que ya nadie escuchaba.

En realidad las almohadas no tienen para si tan antigua costumbre humana,

y menos aún a aquellos que no escuchan.

Fito Bergerot


Creo en que algún día todo se arreglará. No creo saber cómo. Ni siquiera sé, si ese arreglo, me va a gustar. Va a caer sobre mí la entereza de todo lo que existe. Van a empezar diciendo que lo consigo. Van a creer en mí mucho tiempo. Van a esperar. Van a creer que para ellos la vida sigue. Van a esperar que yo la siga. Van a rogar. Van a llorar. Me van a seguir por todos lados. Van a creer que estoy con ellos. Van a creer que me fui. El dado siempre cae de canto. Por eso nunca lo uso. Siempre encuentro otro final. Cantan y siguen cantando. Una suerte de desgracia. Dicen y nunca escucho. Gritan cuando me callo. Pierdo el reloj y ni siquiera me importa. Pierdo las ganas y no hay tiempo para buscarlas. Tiendo a pensar que es solo en un lugar. Tiendo a creer que murmuran. La casa parece vacía. Las cosas no tienen sabor. Lo que creo está plagado. Lo que existe ya no es. Lo que escucho es otra cosa. Lo que veo no lo entiendo. Ni siquiera sé si puedo tocar. Estoy seguro de que a mí sí. Pero cuando intento hablar, todos creen saber otra cosa.

Crepito.

Silla y musica

“No sé si será cierto que la ausencia fomenta la indulgencia,
pero no cabe duda de que nos hace ver las cosas con otros ojos.”
Stephen King

Quisiera poder pedirte que no entiendas. Quisiera no decirte que no. Quisiera que la mala pasada no sea jugada. Quisiera que nadie lo juzgue. Quisiera que nadie lo vea. Tal vez que tampoco esté ahí. La aguja sigue dando vueltas. La mesa ya está lista. Las sillas nunca alcanzan, pero sobran lugares. Quisiera que por un segundo no girara. Repito y sigo repitiendo. El televisor no miente. La radio dice que no está. Y el centro del asunto piensa que lo sabe todo. Siempre derecho a algún lugar. Nunca mirando a los costados. Pareciera que están borrosos. Pareciera que no están. Sin embargo existen. Sin embargo me hacen mal. La nueva red me asusta. Con un miedo hipócrita y una pelota, girando en el mismo lugar. Cuando se detiene todo es calma. Cuando rebota no es divertido. Cuando la pasan nunca estoy. Si en la película fuese verdad. Si la historia que cuentan no sea cierta. Si se pusiesen de acuerdo. Cuando sea el momento de las sillas, intentare estar ahí. Solo si la pelota se queda quieta. Solo si la música para de sonar. ¿Podré sentarme tranquilo y esperar?


Crepito.

Si lo dijeras...

“Ojo por ojo deja al mundo ciego”.

Eduardo Galeano

Si supieras. Si lo dijeras siempre. Si lo que no te gusta se te notara. Si la mentira no fuera capaz. Gigante el hombre que pelea. Pequeño el mundo donde habita. Desde arriba puede que no exista. Un vaso de agua y sigue su camino. Una copa con vino y no siente. Otra mentira y no vacila. Un libro abierto en cualquier página. La hora exacta en que no dice nada. La hora incierta en que todo pasa. Eso nunca pasa de moda. Ahí está, latente, en su sillón de mimbre. Colgado de un avión de balsa. Sujeto a nada quieto. ¿Y si no supieras? ¡Qué tremenda verdad oculta! ¡Qué pálida parece ser! ¿Qué dirías si te dijera? El hambre en el hombre no tiene fin. Mucho menos a un pequeño. Aunque el gigante siga peleando. Aunque digan que la unión hace la fuerza. Aunque no exista razón para vencer. Si supieras. Te lo pido…

Decilo.

Crepito.

Patas...

“No se exponer mi plan al mundo, porque no puedo creer que sea así”.
Jaier.
Hay quienes dicen que tiene las patas cortas. El sobretodo está ahí. Hay quienes la piensan demasiado. A algunos les sirve. También dicen que no hace falta. O una cosa o la otra. Las dos terminan mal. Hay quienes no pueden dejar de hacerlo. También están los que dicen no hacerlo nunca. Si las tiene cortas, a veces, anda en avión y, otras, subida a una escalera. Algunas veces se disfraza de lo opuesto. No todos creen que le sienta bien. Un disfraz poco original en estos tiempos. Lo opuesto, dicen que molesta. Si uno dice, el otro cree. Hay solo puntos de vista. Si pudiese ver dónde. Si supiese igualarlos. Mientras espero una respuesta, algunas veces, se que lo va a ser. Mientras siga sin saberlo. Mientras muera por ninguno. Si las ganas fuesen suficientes. La otra podría no creerme. Aunque tenga las patas cortas, muchas veces gana. ¿o será que pierde con el tiempo?


Crepito.

Elena

Elena. Veintisiete años. Una mujer de cabello muy rubio y muy bella. Es la imagen que tengo en mi cabeza.

El día en que se fue llevaba puesto su típico pañuelo color pastel. Con lágrimas en sus ojos y, sin vergüenza, en los míos también, la despedí en el aeropuerto, ella debía irse de Argentina, a cualquier otra parte, escapando de una realidad que nos dejaba a los no viajantes con un nudo en la garganta y mucha impotencia. Luego de besarla y abrazarla durante lo que a mí me parecieron segundos, tomó su bolso de mano, me beso otra vez. Yo, en un impulso, me seque las lágrimas con un pañuelo, luego seque las de ella.

-Una lágrima corta a la otra- le dije.

Ya debía subir al avión asique dio media vuelta y se fue.

Hoy volvió hablando muy bien el gallego. No sé cómo logró rastrearme. Llevaba puesto el mismo pañuelo color pastel y un tapado de piel a tono. Casi no la reconocí, estaba muy cambiada, supongo que después de treinta años es inevitable. Había venido al acto en conmemoración del golpe militar, como una exiliada más y, de paso, visitar viejos amigos.

En el momento en que la reconocí cayeron algunas lagrimas de alegría desde mis ojos, ella sacó un pañuelo que reconocí al instante, me secó las lágrimas.

-Una lágrima corta a la otra- me dijo.

Crepito.

Alas

“Consciente de mi inconsciencia me creo sin fin
Y subo mucho más alto que ayer”

Fernando Ruiz Díaz

Encontrarme en ese lugar donde los ríos están fríos, donde la gente no entiende. Ese lugar que existe solo en los extraños. Anhelando haber podido hacerlo. Queriendo a la otra persona. Viendo como se destruye la cosa. Mientras sube el cielo pensaba en lo obscuro que era todo. En el aire que falta. En lo mojado que estaba. Esté donde esté puedo verlo. Terror oculto en algún lugar. Como si sabiendo pudiese salvarme. Como si alguien me conociera antes de esto. Parece que ahora sí. Parece que la otra parte no existía. Mientras dormía todo empezó. O terminó. A mitad de camino. Desde allá te lo cuento. Desde acá no lo entiendo. Una decisión errada. No creía que pudiese pasar. No creía en mis cosas. Solo había que esperar. En algún momento llega. Mirando a los demás creo no llegar nunca. ¿Estará bueno que llegue ese momento? ¿Dolerá? A los demás, seguro que sí. Lo veo. Los veo. Otra vez las opiniones son dispares. Otra vez lo hacen todos. Y otra vez creyéndome todo lo que dicen. ¿Será posible? De mi amigo se olvidaron. De mi familia también. Y también de esa mujer. Pero sé que va a volver cuando no haya más nada. Estoy seguro que puede salir. Solo tiene que haber nada y lo transforman en todo. Solo tiene que haber todo para que yo lo crea.

Crepito.

Un cesto de basura u otra cosa…

“Nada grande se puede hacer con la tristeza”

Arturo Jauretche.

Un cesto de basura. Nunca pudo saber para qué sirve hacerse el sota. Dentro, una bolsa de plástico. Porque no dejan a las cartas en paz. Las cartas de alguien que nunca se fue de nuestro lado, no se sabe si llegan o no. Que loco. Y en la bolsa un poco de pegamento. Se cree que sabe controlarlo. Aunque no cualquier carta le viene bien. Pero parece que le hace peor de lo que cree. La señora le dice que lo deje, que no lo haga más. El sabe que no puede hacer otra cosa que ningún otro puede hacer. Pero no se convence de otra cosa que no sea para su bien, o lo que él piensa que está bien. Si ninguna carta sale de su mazo, habrá problemas para empezar a enloquecer a Paulina. Un rato antes la tenía un chico de doce años. Juega a que el as salga de su manga. Quizás en algún momento pueda ganar, el piensa. Un vaso de whisky le llega a su mano. A veces sabe que es gratis y no se preocupa. Los primeros son gratis. Se siente mareado pero todavía puede caminar. Son tres o cuatro, más no. El está solo, Paulina esta atrás. Pero no siente a los otros al lado. Pide una carta más. Los otros cuatro apuestan a que llega. Uno solo dice no llegas. Camina por el barrio en su búsqueda. Acaba de perder casi la mitad de su sueldo. Otro, acaba de ganar las mitades de los sueldo de otros. Acaba de perder las últimas fuerzas para pelear. Vuelve a buscar en su cabeza. Vuelve a buscar en la basura. Aparece con media hamburguesa y la panza le cruje. Sin pedirlo, el caviar sabe muy bien. Siente mucha rabia. Entre los seis no pueden llegar a un acuerdo. Después de la bolsa viene la pasta. No siempre es así. A veces gana pero esta vez no. La línea va desapareciendo. Primero uno y después el otro. Van pitando de a poquito. Cada cual en su baño, pero las comparten. Pierde otra mano. No sabe si le quedan balas. Seguro que alguien le da una mano. Está solo. Sabe que después duerme en su lecho. Sabe que no tiene donde dormir. Sale del casino. Caminan por la calle. Uno piensa “que negros de mierda”. Los otros “cheto puto” Se sube a su auto a toda velocidad. Los otros caminan. Y otra vez…

que loco!!

Crepito

 
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