Las cosas por su nombre

“En eso radica tu estado natural.
En que sientas que sos parte de algo.
Bueno o malo. Lindo o feo. En eso.”


Cuando una verdad es mas verdadera que otra y la excusa de lo normal, lo cotidiano, lo usual, parece ser lo más creíble entre un grupo selecto de personas, tienden a saber una mentira. Tienden a creer que lo saben todo. Una persona, un objeto o algún elemento de la cabeza cambia según la historia que quieras contar y la vara con la que lo señales. A mil kilómetros de distancia un remolino puede no llegar a ser uno. Una casa puede llegar a ser una house. Una mentira puede ser una verdad. Algo terriblemente malo puede no serlo tanto. Mientras pienses que tu verdad es mejor (o más sana) que la de otros, les vas a destruir una parte. Creando momentos perfectos, inventando las cosas de otra manera, viendo como los demás creen pensar, veo lo difícil que es seguir con todo. Convenciendo a la gente que mis ideas son las de ellos, mutando cada vez que aparece otra persona, metiendo en mi cabeza la idea de las muchas culturas dispares, empieza un momento de debilidad en la espera de la fuerza. Un momento en que la duda no puede tener lugar. Donde un mendigo sabe más que un intelectual. Donde lo malo es bueno y lo rojo violeta. Mientras una mirada pase por ahí, mientras el hombre siga sin creer que pueden mutarse, mientras las culturas no dejen de sorprenderme, mientras las uniones de culturas signifiquen una destrucción, voy a saber que no puedo hacerlo.


Crepito.

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