Su vil suavidad

“Siempre miramos la puesta de sol desde afuera”

Christian Gordillo

Me decís que no te gusta. Me miras a los ojos. Me gritas adentro. Y veo tu color enfurecido por el odio. Veo lo que no quiero entender que pasa. Veo tu llanto en las sombras. Veo pero no miro. Una mesa en medio de la sala. Dentro de la mesa un agujero. Dentro, vacio. Una manopla llena de piedra. Un grito que nadie escucha. Un puente hacia ningún lado nuevo. Una botella casi vacía. Varias botellas con aire. Algodón. Agua oxigenada. Una ducha de agua caliente. Una toalla en el suelo. Ni el jabón puede limpiar las heridas. Ni la suerte de saber que te vas. Ni la mentira en la cara de otros. Ni un moretón que no cabe en ningún lugar. Ni siquiera en el vacio de la mesa. En la suerte de una ausencia. En la historia que se repite. Antes o después de esto. Después, una lagrima, un abrazo, una mentira. Cariño sobre el llanto. Llanto sobre la risa. Sobre la otra mesa, una luz. Sobre la cama, mis hombros. Se apaga la luz y, sobre mis hombros… vos.

Crepito.

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